Aragón, porvenir común (23-A 2013)
«Estamos sufriendo la más grave y, posiblemente, la más larga crisis económica y social que hemos conocido [con graves consecuencias sociales]. Crisis que superaremos adoptando decisiones justas que sean, además, fruto del esfuerzo, de la capacidad y del mérito, [y de] los acuerdos, hoy más necesarios que nunca, entre quienes tienen la obligación de procurarlos en defensa del interés común. Ante la crisis, aunque no hay garantía de que todo vaya a salir bien, creo, sin embargo, que las probabilidades están de nuestro lado; especialmente si, cada vez, más personas e instituciones, (…) comprenden que es posible que todos ganemos. Sobre todo si todos, instituciones y ciudadanos, políticos y particulares, participamos activamente en la búsqueda y aplicación de los remedios. Y siendo el aumento de la autoestima el mejor de los posibles.
Es necesario garantizar un mejor futuro con políticas estables, predecibles y continuadas en materias como la educación y la formación profesional, la financiación de la sanidad y de las pensiones, los servicios sociales, la inmigración, las relaciones laborales, la política tributaria, la seguridad jurídica y judicial, la energía y los recursos, el control de las entidades financieras, o la puesta en práctica de nuevas e integrales políticas de vivienda. Y todo, casi con un único fin: la creación de empleo. Para lo cual es necesario apoyar especialmente a las empresas, las primeras generadoras de trabajo.
Estamos en un tiempo en el que no basta con administrar lo que hay, sea mucho o poco. Es necesario crear lo que no hay. A eso se llama política. Reivindiquemos, pues, la política en el Parlamento y en la sociedad. Reivindiquemos el acuerdo, el pacto y la conciliación aunque hoy nos parezcan empeños imposibles. Y lo serán si olvidamos que el interés común (que en ocasiones parece perdido) es superior a los intereses personales, gremiales o partidistas. Incluso superior a la suma de todos ellos. El próximo 20 de mayo se cumplirán 30 años de la Constitución de las Cortes de Aragón. Y treinta y cinco y veinte respectivamente de las dos manifestaciones autonomistas más importantes de Aragón. (…) Debemos preguntarnos si (…), además de debatir, que no es poco, hemos hecho todo lo posible para evitar el sufrimiento de tantas personas y familias que están padeciendo las consecuencias de la crisis, si hemos hecho todo lo posible para hacer país, para hacer Aragón. Honradamente creo que hemos puesto todo nuestro empeño en ello. Y hoy, Aragón, a pesar de la crisis y sus consecuencias, gracias al autogobierno, está en mejor posición de cara al futuro que no estaba hace 30 años. Quieran o no reconocerlo. Por eso, hoy más que nunca, cuando desde algunas posiciones que el año pasado califiqué de hijos de la ignorancia, se pone en cuestión el Estado de las Autonomías, uno de los mejores logros de la transición, debemos estar vigilantes para preservar y desarrollar el modelo de autogobierno de Aragón, y sus hijuelas, los modelos de organización territorial y de financiación, que establece nuestro Estatuto de Autonomía. (…) Sin autonomía y sus capacidades, Aragón no pasaría de ser un lugar geográfico en el mapa. Eso sí, con una Historia milenaria.»