Recuerdo con enorme agrado aquel 6 de diciembre de 1978 cuando el texto constitucional fue sometido a referéndum. Tenía yo 23 años recién cumplidos. Voté. Me sentí emocionado y útil. Pude decidir. Y disfruté con el resultado. Un 87% de votos favorables. Cosa curiosa es que en Cataluña el porcentaje de síes superó el 90%. En Barcelona 90,38%, Tarragona 90,99%, Lérida 91,34% y Gerona 89,78%.
El texto que se publicó en el BOE el 29 de diciembre, fecha a partir de la cual entró en vigor, cumple ahora 40 años. Durante estas cuatro décadas la Carta Magna ha sido y es la norma suprema del ordenamiento jurídico español, que nació para serenar al país, definir los derechos y libertades de la sociedad y asegurar la convivencia.
El artículo 1.2 del Título preliminar dice que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. El 2 señala que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Sin embargo, al momento de tensiones que vive Cataluña -dividida en dos mitades con un proceso soberanista 2012-2018 que ha incluido un referéndum, una declaración ilegal de independencia (27 de octubre de 2017) y la aplicación del art.155 durante 7 meses-, se añade la primacía de intereses partidistas sobre el general –mala cosa para hablar de reformas- y los populismos cómodamente instalados y engordados por los errores de unos y otros, lo que hace complicado el acuerdo de cambios sustanciales. Más difícil aún, que una vez acordados y establecidos pudiera garantizarse su estabilidad e imprescindible permanencia en el tiempo.
Aunque algunos piden insistentemente una reforma inmediata estoy convencido de la absoluta necesidad de acordar primero, y con amplio consenso, aquello que quiera ser modificado.
40 años de vigencia de la Constitución española han supuesto y suponen un marco de convivencia intergeneracional. Refórmese si así se conviene, pero desde la generosidad política y el respeto al espíritu constitucional y a la justicia en su más amplio sentido. Cualquier cambio deberá evitar privilegios de unos españoles sobre otros en función del territorio en el que vivan y garantizar sus derechos y libertades. La armonía y la convivencia de todos y entre todos.