Es el momento de la Europa de las Regiones, que tiene que funcionar a la perfección para lograr el cometido que nos incumbe a todos los países miembros. Pero, en realidad ¿se encuentra con la debida fortaleza como para revertir la incertidumbre económica que ha provocado la pandemia de la Covid -19?
Recuperar el espíritu de la Unión, la cohesión económica, social y territorial. Ese deber ser el objetivo. La política regional para desarrollar las regiones. Solo así se estará favoreciendo el crecimiento económico común y, por ende, el empleo.
La apuesta por el rescate comunitario desde la unidad, con el principio de la cohesión y solidaridad como estandartes entre países, regiones, ciudades y municipios es la única salida. No veo otra. El coronavirus nos ha empujado de golpe a los europeos a la prueba del 9. Esta es la hora de la verdad. O se fortalece Europa, o se rompe Europa.
Es y va a ser necesaria la unión sin fisuras, una política común basada en el interés general con la máxima implicación de todos los socios. Sin el arranque desde la convicción y fortaleza de estas herramientas y valores será imposible salir de la crisis.
Ni se puede quedar nadie atrás, ni se debe dejar a nadie atrás. Estamos en un estado de emergencia y de la respuesta a la crisis dependerá que algunas de las regiones europeas como Aragón se sigan desarrollando o muriendo.
Es necesario un Fondo suficiente para la reconstrucción, que garantice a países y regiones que nadie va a quedar enredado en la mayor crisis económica y social desde la firma del Tratado de Roma en 1957, cuando se sentaron las bases de la Unión Europea. Aquel fue el germen, el comienzo de la actual Unión, que tendrá que demostrar ahora su verdadero carácter de unidad, fortaleza y generosidad con el que nació y para el que fue concebida.
Las consecuencias que para el mercado único supondría la inestabilidad de la economía y el freno al desarrollo de parte de la UE por insolidaridad y priorización de intereses políticos y de poder claramense antieuropeístas, serían despreciables, demoledoras.
El pasado mes de abril la Conferencia de Presidentes del Comité Europeo de las Regiones pidió un plan de recuperación social y económica para los países más castigados, entre ellos España, para mitigar las desigualdades y garantizar una mayor, mejor y más rápida recuperación de las regiones, ciudades y pueblos de Europa. Aquel proyecto se encontraba en ‘stand by’ pero, casualidades de la vida, mientras escribo este artículo y me pregunto dónde se habrá quedado el acuerdo, leo la noticia esperanzadora. Merkel y Macron anuncian un Plan de 500.000 millones no crediticio sino basado en subvenciones para los países más castigados por la Covid-19 con cargo al presupuesto comunitario. Y me lleno de esperanza. Sin embargo no podemos pasar por alto, porque forman parte de los eslabones, que si las políticas de cohesion europeas son esenciales para aminorar los desastrosos efectos provocados en las economías con la vista puesta en la recuperación, no es menos importante la gestión de los gobiernos de las naciones y de las regiones comunitarias, que deben estar en sintonía con el bloque comunitario en perfecta sinergia para no entorpecer ni dejar a nadie atrás.
El gobernador del Banco de España pide un Pacto de Estado que dure varias legislaturas para impulsar reformas destinadas a sanear las cuentas públicas. Me parece de sentido común. Las fuertes restricciones que la enfermedad ha impuesto e impone a la actividad económica tienen que ser compensadas con ayudas europeas, pero también con pactos de Estado para no dejar que la economía, en este caso de España y, en nuestro caso Aragón, se hunda. El Gobierno de Sánchez tiene que librar tensiones en su propio seno, cumplir con las autonomías y con Europa, que ya le ha instado a invertir y aparcar los ajustes. Una buena negociación en Bruselas