La corrupción junto a la crisis, los recortes y el desempleo encabezan el ranking de preocupaciones ciudadanas. Tales circunstancias handesembocado en la crítica feroz de los partidos emergentes que fruto del descontento y la creciente irritación social aprovechan la coyuntura para subyugar a ciertos sectores que se abren en canal a discursos demagógicos y en algunos aspectos despreciativos e incluso destructivos.
Es época de cambios pero no todos los cambios por el hecho de serlo son procedentes ni garantes del desarrollo y planificación social óptima. La clave reside en el fortalecimiento de la democracia con fórmulas y acciones políticas gestadas en común, aprobadas y aplicadas desde el máximo consenso posible. Políticas enérgicas contra la corrupción y también aquellas facilitadoras de empleo de calidad y mantenedoras del estado del bienestar para abrir caminos hacia la mejora social. Estoy convencido de que a partir del 24 serán necesarias altas cotas de voluntad política ygenerosidad.
Pero para poder impulsar esas acciones y ejecutarlas hay que gobernar. Y solo se puede gobernar desde gobiernos estables que faciliten la acción política. Es imposible de otra manera.
En Andalucía está ocurriendo lo que seguramente sucederá en otras muchas Comunidades debido a la fragmentación del voto, la imposibilidad de mayorías absolutas y el irremediable destino de tripartitos y cuatripartitos. A partir del domingo podríamos encontrarnos con el dibujo de un país ingobernable.
La paralización política y el apercibimiento de nuevas elecciones amenazan a 13 de las 17 Comunidades Autónomas que renuevan sus Parlamentos. Seguramente parte de la sociedad no había entendido hasta ahora la importancia de la estabilidad.
La próxima legislatura no va a ser fácil. A partir de la conformación de gobiernos habrá que emplearse a fondo en la construcción de confianza desde el minuto uno. El resurgimiento de los valores éticos aplicados a la regeneración democrática resulta incuestionable para ganar credulidadperdida. Son fundamentales para el buen funcionamiento de la cosa pública desde la transparencia, la honradez, la responsabilidad y la eficacia.
Vivimos un tiempo muy dinámico socialmente y complejo en lo político,en el que algunas fuerzas recentralizadoras solo ven defectos en el Estado autonómico cuyo desmontaje (algunos quieren desmontarlo) supone la negación de la pluralidad establecida de manera democrática. Es evidente que tiene muchas más cualidades que imperfecciones. Aragón nunca ha conocido etapa más fructífera que los últimos 30 años de progreso económico y social en los que la estabilidad política aportada por el Partido Aragonés ha sido condición imprescindible para una gobernabilidad sin traumas. Para una Comunidad que hemos ido desarrollando, ayudando a crecer fuerte y sin desgobiernos.
Aunque estamos en la senda de la recuperación económica, para multiplicar los efectos positivos será fundamental una buena dosis de sentido común,ejemplaridad y las mejores prácticas de gobierno para reconvertir el desempleo en trabajo estable sumando energías públicas y privadas, aumentando el crecimiento económico y el progreso social. Y eso no se logra con la ambición de poder a cualquier precio, ni con propuestas fantasmas. Ni tampoco con incoherentes discursos a la carta dependiendo de la autonomía de que se trate y en función de la rentabilidad política y electoral perseguidas.
Hay que aumentar la calidad de la democracia con más transparencia, más justicia social, financiera e interterritorial; más limpieza y ética política.Esa que nunca debió faltar. Desde la decencia política.
La regeneración democrática debería suponer un objetivo irrenunciablepara todos y cada uno de los servidores públicos. Desde las ideas constructivas. Garantizando la gobernanza y el futuro desde la estabilidad.Y rechazando la corrupción sin titubeos ni medias tintas. Pero para llegar a todas estas aplicaciones y buena praxis serán necesarias altas dosis de generosidad y cultura del pacto.