El agua ha sido el elemento clave en torno al que, a lo largo de milenios, se ha construido Aragón. En tiempos más recientes, la sucesiva dotación de infraestructuras de abastecimiento y distribución ha supuesto la transformación de amplias zonas de Aragón que han podido afrontar un futuro mejor en las ciudades, pero especialmente en el medio rural. La conclusión es rotunda: allí donde hay agua, se abre paso la vida; también de las personas, de los aragoneses.
Por eso, aprovechar el potencial hídrico de Aragón ha constituido una verdadera epopeya que ha configurado la personalidad de nuestro territorio y sociedad. Redimir nuestros duros secanos, abrir horizontes de progreso para la agricultura y la ganadería, suministrar a industrias y poblaciones, producir energía, fomentar usos turísticos y deportivos… son realidades y son proyectos.
De esta manera, la defensa del agua de Aragón ha sido en más de cuarenta años, una de las causas que ha convocado a los aragoneses sin distinción. Esta Comunidad ha logrado frenar al menos tres trasvases y volveremos a hacerlo cuantas veces sea preciso.
El PAR ha sido una pieza esencial en el impulso al aprovechamiento del agua en Aragón y en la lucha contra el trasvase. Puedo afirmar que, sin el PAR, nuestros ríos no generarían la riqueza que producen, sino que estarían abasteciendo otras tierras que ya son prósperas, a costa de perpetuar nuestra marginación. Mi partido ha sabido inculcar en el “ser aragonés” la importancia del agua como motor de desarrollo y vida. La función imprescindible del Partido Aragonés no acaba ahí, ni ha terminado. Fuimos los impulsores del Pacto del Agua de Aragón. Fue un entendimiento de todos desde la convicción de que esta tierra necesita diálogo y pacto. Con esta misma certeza impulsamos la actualización del Pacto del Agua con el objetivo de resolver conflictos y seguir avanzando.
Recientemente se ha debatido y aprobado provisionalmente un nuevo Plan de Cuenca del Ebro que regirá hasta 2027. Lamentablemente no es un asunto pacífico. Con el criterio de incorporar aquellas actuaciones que se van a realizar hasta ese año, el Plan incluye obras, regadíos, depuración, descontaminación, digitalización, participación, riberas, cauces… Ese enfoque supone que, con fines de efectividad, no se citan otras inversiones que no cuentan hoy con programación en firme y posibilidades reales en los próximos cinco años. Se puede aceptar o rechazar esta forma de proceder en cuanto a una planificación normativa y no declarativa. Ahora bien, que nadie dude, al menos en cuanto se refiere al Partido Aragonés, que vamos a seguir defendiendo no solamente la conclusión de las infraestructuras sobre las que se está trabajando, junto con las ampliaciones de regadíos comprometidas, sino también el Pacto del Agua de Aragón con todos sus riegos y sus obras necesarias y viables, también ambiental, legal y socialmente. Lo que firmamos, cumplimos y el PAR es y será la válvula de seguridad para Aragón.
El Plan del Ebro no supone ultimar el Pacto del Agua ni renuncia alguna. No para nosotros que, además, valoramos la importancia de que este documento incorpore la reserva hídrica por la que trabajamos y figura en nuestro Estatuto de Autonomía, así como decenas de miles de hectáreas de regadíos, quizá como nunca en otra época, junto a abastecimientos y sostenibilidad de nuestros ríos. Aragón es una potencia en agroalimentación y vamos a seguir ganando cuota, sin duda.
Las acusaciones cruzadas de estas semanas pueden ser legítimas políticamente y no nos preocupan; los aragoneses saben qué supone el agua para el PAR, pero no es admisible caer en una visión catastrofista o manipular para denigrar usando el agua como arma. Tenemos que proseguir con paso firme y usando el mejor instrumento que sabemos manejar: el acuerdo. En esa tarea, para avanzar juntos, siempre estará el PAR. Con Aragón y sólo por Aragón.