Es un tópico decir que los aragoneses somos tozudos. Yo diría mejor que somos perseverantes, pero, se escoja la palabra que se quiera, al final ambas convergen en una misma idea: no nos rendimos y somos constantes. El tesón es un rasgo de nuestro carácter, herencia e identidad probablemente porque así lo exige esta tierra aragonesa “hermosa, dura y salvaje”.
En relación al proceso autonómico vivido en España, hemos hecho gala de esta cualidad. Primero, en nuestro deseo de acceder a la autonomía. Después de disolverse nuestras instituciones y de siglos de asimilación centralista, podía haber sido cuestión de tiempo perder el interés por ellas, pero no fue así. Casi trescientos años después, un 23 de abril, las calles de Zaragoza se llenaban de manifestantes para reclamar la autonomía de Aragón, desarrollada a través de esas mismas instituciones, la Diputación General, las Cortes, el Justicia…
Cuatro años más tarde y a pesar de los avatares en contra, Aragón se constituiría como Comunidad Autónoma, por lo que ese deseo no tardó mucho en materializarse, aunque, de haber sido por los aragoneses, hubiera sido antes y mejor.
No obstante, como decía, la perseverancia aragonesa ha sido continua en este proceso que recorre los más de 40 años de democracia española. En junio y julio de 1982, cuando se votó el texto final del Estatuto, se rechazaron enmiendas y votos particulares planteados por los diputados y senadores aragonesistas. Como tantas cosas en nuestra historia, el Estatuto surgió del acuerdo y aunque estos representantes en las Cortes Generales no dejaron de reivindicar su punto de vista hasta el último minuto, su propuesta fue votada en contra por otros partidos y el Estatuto de Autonomía se aprobó.
En este camino la mayoría renunció a varias posibilidades de gran potencial como transitar desde Aragón por la vía del artículo 151 de la Constitución Española, igual que otras Comunidades Autónomas como Galicia, Andalucía, Cataluña o el País Vasco, que hubiera permitido una más rápida y plena asunción competencial, o a la caracterización de nuestra tierra como nacionalidad, también de acuerdo con la Constitución. Esa consideración y reconocimiento estaba presente en aquellas iniciativas aragonesistas, como reflejo del carácter histórico y no artificial de las ansias de autonomía de los aragoneses y como forma de acompasar ese deseo a la realidad jurídica.
No pudo ser y al final la cultura del pacto, que también es parte de nuestra idiosincrasia aragonesa, propició la aceptación de un texto con el que, desde el PAR, no se estaba plenamente de acuerdo, pero que en definitiva era positivo para que Aragón avanzara como han demostrado estos 40 años de autonomía.
Sin embargo, que se asumiera en aquel momento no significaba que se renunciara a convencer. Se tomó conciencia de que se trataba de una carrera de fondo y, como ya he dicho, los aragoneses somos resistentes, no nos rendimos; así que seguimos insistiendo en ello y en reformas posteriores se incluyó la nacionalidad e histórica. Teníamos razón y derecho.
En la reforma de 1994, pero en la de 1996 sobre todo, Aragón ocupó una posición de vanguardia llevando la iniciativa. El diputado y los tres senadores del PAR, uno por cada provincia, tuvimos la oportunidad de participar y aprobar un nuevo Estatuto que provoco un malestar en otras fuerzas políticas cuya aspiración parece ser que es estar siempre en una posición de privilegio frente al resto de los españoles. Lo que no pudimos culminar en 1982, lo conseguimos en 1996, asumiendo un régimen competencial con progresos acordes a la posición de la sociedad de Aragón. También en el 2007 fuimos de los primeros.
Queda claro que la Autonomía no es algo fortuito en la historia de Aragón sino continuo, dinámico, tributario de hechos sociales, políticos e históricos. Todo esto me parece importante recordarlo ahora que se cumplen 40 años desde 1982. La efeméride del 40 de aniversario es el 10 de agosto cuando se publicó en el BOE el Estatuto, pero su aprobación era anterior. Por decirlo de forma coloquial, en julio el coche ya estaba listo para iniciar el viaje y únicamente restaba que fuera matriculado y que los aragoneses comenzaran a pilotarlo en un viaje que no ha terminado. Por eso, aunque tienen menos resonancia, he querido lanzar estas reflexiones sobre los trabajos legislativos con el compromiso de que seguimos y seguiremos siendo tozudos, o mejor dicho perseverantes con la autonomía, las competencias pendientes, la financiación y los nuevos horizontes de autogobierno, al ser garantía de desarrollo y bienestar para Aragón y los aragoneses.
(Artículo publicado en El Periódico de Aragón 29-07-22)