Por María Herrero, diputada del Partido Aragonés (PAR) en las Cortes de Aragón.
El inicio del curso escolar marca para muchas personas el ciclo anual. Incluso de una forma más clara que el cambio de año natural. Comienza también el curso político en el último año de la legislatura. En esta ocasión, más que recta final es toda una carrera por delante en la que seguro que hay sorpresas y un escenario ahora mismo impredecible y totalmente diferente a otros finales de legislatura.
Ayer más de cien mil alumnos se incorporaron a las aulas de Infantil y Primaria. Además lo harán los de Secundaria y Universidad en breve. Sin duda el desarrollo de una sociedad puede medirse por la formación de sus miembros y por tanto por la educación que reciben nuestros niños y niñas. La educación lleva al conocimiento, a la libertad y a la superación como individuo y como colectivo. Por eso a cualquier gobierno no debieran dolerle prendas para invertir en educación todo lo posible, y más. Y no solamente es cuestión de invertir dinero sino, además, de hacerlo bien.
El debate político en torno a la educación es bastante desesperanzador. Se queda en la Religión sí o no y en la concertada sí o no. Poco más.
Realmente no abordamos el tema educativo en profundidad. Los gobiernos no apuestan de verdad por darle un giro al sistema y diseñar un modelo que incluya nuevas pedagogías, nuevas sensibilidades, nuevos conocimientos… Porque no se trata de utopías, sino de evidencias que ya se saben y que se están aplicando en algunos lugares. E incluso a veces se trata de aplicar el sentido común.
A mi juicio la profesión docente es una de las más bonitas que puede existir. Y estoy segura de que muchos se dejan la piel por hacer las cosas de la mejor forma posible. Pero considero que hay un problema en nuestro país, importante en este ámbito, y radica en la formación del profesorado. El propio acceso a la carrera universitaria nada selectivo con la vocación y cualidades de los aspirantes; los contenidos de la formación inicial que distan mucho de ser innovadores y preparar para dar una educación rompedora con los cánones tradicionales; las pruebas de selección para trabajar en las aulas… o las dificultades de formación permanente posterior. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato, pero todos lo sabemos. Por supuesto que hacen falta recursos, y decisiones atrevidas, también.
En las Cortes de Aragón estamos trabajando en una Comisión Especial para alcanzar un Pacto por la Educación. Fue una iniciativa que propusimos desde el Grupo del PAR y que apoyaron todos los partidos al inicio de la legislatura, a pesar de lo cual, nos costó sangre, sudor y lágrimas conseguir que se convocara después. Tres años más tarde no hemos sido capaces de llegar a un acuerdo, aunque no pierdo la esperanza de que podamos lograrlo en el último minuto.
El reto, además, es conseguir que todos los alumnos tengan una buena educación vivan donde vivan, y adecuada a sus capacidades y cualidades. No es sencillo en una tierra como esta en la que la población es tan dispersa, pero sí es necesario. Igualmente en los núcleos más urbanos donde convive la concertada con la pública tenemos que garantizar que todos los niños y niñas tengan los mismos recursos a su alcance vayan al centro que vayan. No se trata de igualar centros sino alumnos.
La educación no debiera estar al albur de los cambios de un Gobierno. Es necesario un compromiso de todos los partidos políticos para que sea un modelo estable y vanguardista, que realmente pueda responder a las necesidades que nuestros hijos y jóvenes tendrán el día de mañana y que aún desconocemos. Y muchas veces no se trata de saber de conceptos nuevos. Probablemente lo mejor que podemos dar a nuestros alumnos sea una buena educación emocional para ser capaces de navegar con éxito en la vida y ser felices.