Cuando se acerca el 23 de abril, los aragoneses nos ponemos de gala y empezamos a escuchar manifestaciones de ese sentimiento en otras fechas poco reivindicado, ese sentimiento aragonesista, que debería ser más recordado, que debería ser más diario, esa bandera de Aragón que deberíamos llevar todos los días. Para el Partido Aragonés, que no olvidamos la importancia del aragonesismo el resto del año, esta celebración es especial, porque recuerda a todos los que aquí vivimos que tenemos una tierra de oportunidades, rica en talento y recursos, aunque más allá de los Puertos de Beceite, los Montes Universales o el Moncayo haya quien no lo vea.
Cada uno vivirá este sentimiento de una manera propia y lo ejercerá políticamente como crea que es mejor pero para mí, el aragonesismo debe ser revindicativo, no frentista ante otras sensibilidades y regiones, pero sí orgulloso porque creo que otras regiones han afeado con sus peticiones lo que debería ser un nacionalismo respetuoso y moderado, como el Partido Aragonés siempre ha defendido.
Para mi, ser aragonesista no es ser independentista, no es ser separatista, es formar parte de un país pero sí con una identidad propia. El pueblo aragonés tiene tiene una identidad milenaria, es un reino que construyó España, Aragón construyó España. Desde el respeto, desde la honestidad. Y somos una comunidad histórica que tiene unos derechos, unos fueros y una identidad mucho más histórica que la de otros que hoy la reclaman.
Por lo tanto el aragonesismo respetuoso, el aragonesismo moderado y el aragonesismo que hace que la gente se levante por mañana y pueda abrir su negocio, pague menos impuestos o por lo menos no se los suban y tenga estabilidad, es un valor que quizá apreciemos más si miramos otras regiones que no lo tienen.
Es la manera de entender la política que hace que vivamos en una comunidad tranquila, en la que hay certidumbre, sin las amenazas de levantarse una mañana y que haya una ruptura del gobierno a una moción censura que pueda llevar a una situación de desgobierno que, no lo olvidemos, perjudica a todos. Porque cuando una empresa viene a esta tierra sabe que hay garantías, que se cumple la palabra y la ley, y que priman más los acuerdos entre instituciones que las palabras gruesas de precampañas electorales que en algunos lugares casi empiezan al día siguiente de unas elecciones. Y en Aragón, el Gobierno formado por cuatro partidos, muy distintos, es una situación de entendimiento elevado a su máxima expresión.
El aragonesismo debe evolucionar y reclamar esa igualdad soñada en la que no sea el Estado paternalista el que te diga lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer. Llega el momento de revisar los acuerdos para que Aragón tenga una financiación adecuada y sea una comunidad autónoma con la relevancia que merece. Es una evidencia que a las comunidades autónomas que han dado relevancia a sus partidos territoriales, a los que defienden su tierra, les ha ido mucho mejor. Y estoy convencido de que si el Partido Aragonés hubiera tenido tres representantes en Madrid que condicionaran un gobierno a Aragón le iría mucho mejor, porque se hablaría del Bajo Aragón, del Maestrazgo o de la Sierra de Albarracín.
Pero la realidad es que actualmente no es sostenible que Cataluña y el País Vasco sean comunidades con un trato diferente. Todas las comunidades debemos tener los mismos derechos, no puede haber comunidades de primera y de segunda división, todos tenemos que tener las mismas reglas del juego y debe haber medidas correctoras desde el Estado, pactadas por todos, que nos pongan a todos en la misma línea de salida. Eso es la equidad, no la igualdad.