Hace unos días se cumplían siete años del fallecimiento de una persona absolutamente relevante para la historia de España como fue Adolfo Suárez. Con sus defectos y con sus virtudes, Suárez fue capaz de hacer que este país diera el salto hacia la democracia, imperfecto pero innegable, gracias a algo que el Partido Aragonés, y yo personsalmente, entiendo como forma de estar en política: la capacidad de entendernos, de fomentar aquello que nos une y apartar aquello que nos separa
Pero Suárez fue víctima de su propio liderazgo político. Los liderazgos unipersonales, construidos en torno a una sola persona, hacen que los proyectos se asienten en pilares de barro, porque tal y como se va desgastando la figura personal de ese líder, cuando no tiene nada más alrededor, va diluyéndose el proyecto político. Y eso lo vemos en la política actual con algunos nuevos partidos que construyen un liderazgo en torno a una persona, que puede ser alto, guapo, simpático, inteligente -alta, guapa, simpática o inteligente- en ese estereotipo de político moderno. Cuando ese lider – Albert Rivera, Pablo Iglesias…- se agota, cuando ese proyecto de liderazgo termina, cuando ya no sale tan guapo en la foto, cuando la frase ya no es tan brillante, tal como se apaga ese liderazgo personal se difumina el proyecto político.
Lamento la ausencia del centro político tan necesario hoy en España. Desde los extremos es imposible llegar a acuerdos, no se puede estar en la extrema derecha o en la extrema izquierda porque a uno de tus lados solo hay abismo. En Aragón ese hueco, ese centro tan necesario en España, está perfectamente cubierto por el Partido Aragonés, un partido que tiene más de 40 años de historia, que ha tenido muchos presidentes y muchas ejecutivas, muchas personas que han pasado por este proyecto. Algunas se fueron otras simplemente se retiraron, otras siguen en activo, otras vienen con mucha fuerza, gente joven y que hacen que este proyecto resista, como un proyecto sólido y consolidado que sobrevivirá sin ninguna duda a los que hoy estamos como sobrevivió a los que ya se fueron y como sobrevivirá a los que vengan.
Y lo hace porque es un proyecto colectivo, con una idea clara. Cuando el Partido Aragonés gobierna con la izquierda o con la derecha es un socio de gobierno fiable, es un compañero de viaje estable, es un socio con el que cualquier partido político pacta con facilidad. Y no lo hace porque el PAR no tenga una identidad clara o ideología clara, como se nos ha acusado a veces, sino porque es capaz de moderar las posturas.
El PAR ha llevado a cabo los grandes proyectos de Aragón con la derecha y con la izquierda porque los grandes proyectos de Aragón no son de izquierdas ni de derechas, son de los aragoneses. Para el Partido Aragonés lo importante no es con qué color se escribe la historia, si con azul o rojo o verde o blanco, lo importante es que la historia la escriban los propios aragoneses, con sus necesidades y sus proyectos de futuro. Eso es el aragonesismo de centro moderado, resolver los problemas de la gente allí donde está la gente, y la mayor parte de las veces los problemas no se resuelven con ideología, sino con trabajo, estando con ellos y participando de las decisiones que se toman en cada momento.
Desde un despacho en Madrid, en Zaragoza o en la ciudad de Teruel no se resuelven los problemas de la gente. Hay que pisar el barro, hay que pisar la tierra. Esa ha sido, es y será la bandera del Partido Aragonés, ese es el aragonesismo que a mí me gusta.
Un ejemplo de ese aragonesismo de trabajo para ayudar a los aragoneses, a todos, es el de nuestro presidente Arturo Aliaga, impulsando proyectos de inversión para que las empresas se queden en la provincia o se implanten en ella, para que los aragoneses de la provincia de Teruel, de la de Huesca y la Zaragoza puedan seguir viviendo en su tierra. Un hombre de trabajo, un hombre pragmático y un hombre de equipo, rodeado de hombres y mujeres con ganas de que esto proyecto siga siendo colectivo.
Creo, y más en política, que los proyectos de éxito son colectivos, deben ser colectivos, y el grupo debe llevarlos a cabo con respeto al líder – al que está, al que estuvo y al que estará- y pensando en el interés de todos, anteponiendo el interés general al particular. Porque un proyecto colectivo no es el mío, ni el tuyo, es el de todos, y aquel que se considera pieza fundamental e imprescindible se equivoca. Y si dinamita el proyecto común porque no es el suyo, es además egoísta. Uno nunca es más que muchos, por mucha valía y capacidad que se le presuponga, o que tenga de sí mismo.
Y creo que el diálogo es a la política como la harina al pan, no hay uno sin otro. Diálogo y debate con otras organizaciones, y también es natural el debate interno, para eso nos dotamos de órganos de participación reglados, con las normas claras, para expresar las opiniones y llegar a acuerdos, por el bien del proyecto colectivo, no de los intereses personales de uno o unos. Esos son los foros para mostrar acuerdos y desacuerdos, proponer y construir, si esa es la intención.