La voluntad manifestada por los ciudadanos en las urnas, con motivo de las Elecciones al Parlamento Europeo del pasado domingo, ofrece algunas conclusiones imprescindibles. Escuchar la voz o las voces expresadas por la sociedad y actuar en consecuencia es un mandato.
En primer lugar, la alta abstención indica un distanciamiento de la implicación social hacia la Unión Europea que las instituciones comunitarias y estatales tienen que tratar de revertir con apertura, credibilidad y soluciones eficaces a la crisis que golpea especialmente a los países del Sur. Además, que libremente más de la mitad de los votantes no acudiera a ejercer su derecho y muchos lo hicieran con deseo de protesta, confirma la preocupante y apremiante desafección hacia la Política en general en España y Aragón, porque a pesar de las apariencias, ni siquiera las nuevas formaciones han logrado evitar esa carencia de participación, ya que las cifras de abstención son similares a 2009 cuando esas fuerzas no existían o empezaban.
Por otro lado, la pérdida relativa -siguieron siendo los más votados- de apoyo ciudadano a los dos partidos grandes evidencia la necesidad de aplicar nuevas formas e ideas, así como concretar en resultados palpables, esa recuperación económica de las grandes magnitudes que se nos anuncia. Es decir, responder frente al paro y ante las expectativas de futuro, las inquietudes y los sacrificios de las personas -sobre todo la juventud- y de las familias, sin las imposibles soluciones casi mágicas que plantean algunos y más aún sin el extremismo que se ha reafirmado especialmente en otros países, pero con urgencia, una vez hecha buena parte del esfuerzo colectivo que exigía y aún exige la situación.
Finalmente, la caída del bipartidismo y la fragmentación de la representación democráticamente elegida este domingo, como ha señalado el presidente del PAR, José Ángel Biel, permite prevenir unas circunstancias políticas e institucionales complejas de cara a las elecciones autonómicas y locales de 2015 y tras éstas, aunque se trate de convocatorias muy diferentes. El espacio abierto a alternativas que no necesariamente tienen que provenir de los extremos y la utopía sino también del centro y el rigor, junto con las apelaciones que ya surgen a la trascendencia de la responsabilidad para garantizar gobiernos estables, y las miradas depositadas sobre los ámbitos más cercanos… son realidades que valorar.
Con únicamente esos tres apuntes de otros muchos que merecen estas cuestiones, es patente la oportunidad para el Partido Aragonés, que ya se había anticipado a las demandas que los votos ratificaron, poniendo en marcha un amplio proceso de reflexión y renovación. Una tarea que continúa (ahí está, por ejemplo, la labor emprendida en la ciudad de Zaragoza) y que debe conducir, con la aportación y cooperación de cargos y militantes en proximidad con la sociedad, a que en 2015, de nuevo el PAR corresponda a su vocación y trayectoria con mayor fuerza y diferencia, como alternativa viable en beneficio de los aragoneses.
En suma, los resultados de las Elecciones Europeas suponen un panorama que nos anima a trabajar. Más y mejor. Por Aragón y los aragoneses.