Qué ganas teníamos de ver desaparecer el año 2020. ¡Qué ganas!
Un año descaradamente traidor y despiadado, que ha puesto al mundo en la picota; que nos ha traído dolor e incertidumbre a la población mundial. Que nos ha cambiado costumbres y limitado nuestras libertades. Un año que ha tenido el mundo a sus pies, pero ya se ha ido.
2020 ha sido imperativo, perverso, inmoral…
Ojalá que este año que acaba de asomar sea el de la salud y la economía. El de la gente. El año del mundo. El año de la felicidad y la esperanza.
La epidemia que nos ha sobrevenido ha sido y es en muchos casos insoportable, y nos ha mantenido y mantiene en estado de alerta permanente. Llevamos nueve meses luchando contra la COVID-19 y durante este tiempo nos hemos visto sometidos al comportamiento del coronavirus, a sus caprichos. Ahora, casi un año después, las administraciones siguen teniendo un papel fundamental y también la ciudadanía en una situación inédita y muy complicada. Y aunque las vacunas suponen un agarradero que nos puede permitir cierto avance hacia la nueva normalidad, no podemos, sin embargo, fiarlo todo a la vacunación. Sería un error. La responsabilidad y diligencia son dos de las grandes claves que siguen vigentes para todos. Hay que continuar con la prevención, con las medidas sanitarias personales de seguridad. Con los rastreos y las cuarentenas. Las vacunas no son la panacea a la extraordinaria y desconocida situación, así que tendremos que seguir utilizando el sentido común y cumpliendo las normas que se establezcan. Una cuarta ola del coronavirus en Aragón traería consecuencias sanitarias, económicas y sociales brutales.
Afortunadamente tenemos unos presupuestos de la Comunidad Autónoma con un techo de gasto que supera los 6.000 millones de euros. Contaremos también con 267 millones de ayuda europea para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia. Ambos son determinantes para la recuperación de Aragón y una vía eficaz hacia el apoyo a pymes y autónomos, creadores de empleo.
Hay que aprovechar las circunstancias actuales para transformarlas en oportunidades, vertebrar el medio rural y subirnos al tren de la digitalización en todos los sectores convirtiéndola en palanca de crecimiento e impulso a las pequeñas y medianas empresas, a los autónomos e incluso a la propia Administración, y en definitiva adaptarnos a esta nueva realidad. Ni mejor ni peor, pero a buen seguro diferente.
No me cansaré de repetir el mensaje político que lancé al principio de la pandemia allá por el mes de marzo pasado y es que, es menester que en el ámbito político realicemos el máximo esfuerzo posible para anteponer el interés general a cualquier otro interés particular o partidista. Y esto debería extrapolarse a nivel municipal, autonómico, nacional, europeo e internacional. Recién estrenado el 2021 también hago una apuesta fuerte por el estado del bienestar de los aragoneses, que cobra más importancia que nunca.
Unión política y fuerza común para avanzar con éxito, eliminar el virus y proteger a la sociedad frente a la triple crisis a la que estamos enfrentados. Consensos para doblegar sus consecuencias e impulsar la recuperación. Más que nunca toca ahora altura de miras y objetivos dirigidos hacia el bien común carente de color político. Confío en que las vacunas sean, junto a todo lo dicho, el principio del fin que desactive el maldito coronavirus. Espero que su contribución nos acerque a la ansiada recuperación, a la normalidad efectiva y real. Ese es mi deseo para el año que acabamos de estrenar.
¡Feliz 2021!