Decía el novelista francés Víctor Hugo que “…El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene…”. Traigo a colación esta frase porque no se me ocurre una forma mejor de definir la situación que se vive en la ciudad de Zaragoza de un tiempo a esta parte. Y es que la ausencia de un modelo de ciudad por parte del equipo de gobierno municipal cuya gestión está más que en entredicho por los zaragozanos ha traído como resultado un vaciamiento de la identidad de ciudad, del sentirse partícipe de una comunidad que va hacia algún sitio. Lejos de esto, Zaragoza ha caído en la más absoluta paralización que se hace evidente. En los ámbitos más pequeños como la limpieza de una calle o el estado de una zona verde, hasta los más grandes. No existe un solo proyecto ilusionante de futuro en el ámbito cultural, urbano…. Zaragoza ha perdido el alma.
No sería justo tampoco culpar únicamente al equipo de gobierno, a pesar de que ha hecho méritos suficientes en dos años como para escribir un libro (se empezó utilizando las bandas municipales como cachirulo o cinturón, y se ha acabado tuiteando auténticas meteduras de pata de banco en relación al desgraciado asesinato ocurrido hace pocas semanas en Zaragoza).
Y digo que culparle en exclusividad no es justo porque otros dos partidos le dieron apoyo en una investidura, le han aprobado los presupuestos, y permiten que ese desgaste político de un partido lo sufra también el conjunto de la ciudad. Resulta chocante y preocupante a la vez que se apoye a un equipo de gobierno a la vez que se le critica ferozmente ¿Estrategia partidista? Tal vez pero los damnificados son también los zaragozanos.
Lo peor es que, mientras un día sí y otro también nos desayunamos con alguna salida de tono de algún concejal, o con planteamientos políticos cercanos al más rancio y casposo espíritu soviético de los años treinta del siglo XX, nos encontramos con multitud de aspectos sin desarrollar en una ciudad que necesita salir adelante tanto como el aire que respiramos. Ya no es que se pongan palos en las ruedas al tejido comercial. Ya no es que avenidas importantísimas de la ciudad estén dejadas de la mano del concejal responsable. Ya no es que el transporte público esté en un deterioro injustificable. Ya no es que falten equipamientos de todo tipo (sanitarios, educativos…) que, o llegan tarde o directamente ni se les espera. Ya no es que a la policía local de Zaragoza se la esté ninguneando. Ya no es que la mayor parte de los colectivos estén crispados…
Es que en Zaragoza ha habido quién se ha perdido en banderitas colgadas de un balcón; en viajes a Centro América cuya utilidad se ha demostrado nula (pero no gratuita) para el contribuyente; en discusiones absurdas en los plenos con insultos e improperios -en esta ciudad, discrepar comienza a convertirse en un deporte de riesgo, no hay más que ver las redes sociales-; en concentraciones de duelo con ausencias; en bravuconadas; en Plenos en el que el más mínimo rigor técnico ya no existe.
Pero lo peor es que algunos han dejado sin alma a Zaragoza. Y esto, no tiene precedentes. Nunca había sido tan gris la realidad y tan rasa la proyección de una ciudad que debería ser puntera en todo el Sur de Europa. Hay quien se alegra de que Zaragoza no disponga de ningún proyecto de futuro. ¿Alguien sabe a dónde nos están llevando?
Urge recuperar el pulso de la ciudad. No me cabe duda.