La DANA que ha golpeado con fuerza el sur y el interior de Valencia ha vuelto a poner en evidencia la falta de preparación y reacción del gobierno valenciano, así como una preocupante indiferencia por parte del gobierno central. Las imágenes de viviendas anegadas, gente fallecida, campos devastados, infraestructuras colapsadas y miles de personas afectadas por las inundaciones contrastan dolorosamente con la tibia respuesta de las autoridades. Este desastre, que podría haber sido gestionado de manera más eficaz, se ha convertido en el último ejemplo de la desconexión entre los responsables públicos de la comunidad valenciana, gobierno central y las necesidades reales de la ciudadanía.
Desde el gobierno autonómico, las respuestas han llegado tarde y de manera insuficiente, dejando en evidencia una falta de planificación y de recursos ante una situación que, aunque de magnitud considerable, no es nueva. La DANA es un fenómeno recurrente en la Comunidad Valenciana, donde estas tormentas suelen causar graves destrozos. Sin embargo, a pesar de esta realidad, las autoridades autonómicas no parecen haber aprendido del pasado, y han dejado a los ciudadanos de estas áreas dejados para hacer frente a este tipo de emergencias.
Aún más preocupante es la falta de apoyo y empatía demostrada por el gobierno de Pedro Sánchez. En lugar de actuar con agilidad y poner todos los recursos disponibles al servicio de las personas afectadas, el gobierno central ha mantenido una distancia inexplicable. A pesar de la magnitud de la tragedia, las ayudas y la intervención del Estado han sido mínimas y sobretodo tardías. Resulta difícil de entender y aún más difícil de justificar. Esta aparente pasividad del ejecutivo de Sánchez ha alimentado una percepción preocupante: que esta falta de respuesta obedece a un cálculo político. Como si dejar en evidencia al gobierno valenciano fuera una prioridad mayor que asistir a los ciudadanos que hoy lo necesitan.
Esta batalla entre administraciones del PSOE y del PP, este constante cruce de reproches y falta de coordinación, demuestra una vez más que el único perjudicado es el ciudadano de a pie. Es la gente común quien paga esta guerra partidista en carne propia, mientras ve que los recursos públicos, que deberían estar a su disposición en momentos de crisis, se reparten según el mapa político en lugar de atender las urgencias reales.
Mientras tanto, los verdaderos héroes de esta crisis han sido la gente de a pie y las empresas privadas que, sin tener responsabilidades oficiales, se han movilizado para ayudar. Voluntarios de todas partes han llegado para sacar agua de las casas, evacuar a personas atrapadas y distribuir alimentos y medicinas. En la misma línea, algunas empresas privadas han puesto sus recursos a disposición para cubrir los vacíos que ha dejado el gobierno: han facilitado productos de primera necesidad, equipos de protección y ayuda logística, demostrando una solidaridad y un compromiso que deberían ser el estándar en momentos de emergencia.
El contraste es claro. La gente de la calle y las empresas privadas se han puesto manos a la obra mientras el gobierno valenciano ha mostrado una preocupante falta de preparación y el gobierno central, una incomprensible distancia. Esta desconexión entre las instituciones y los ciudadanos resulta indignante. No es la primera vez que los ciudadanos se sienten abandonados por sus autoridades, pero lo que resulta especialmente doloroso es la frialdad e indiferencia de aquellos que deberían actuar como protectores de la sociedad, sin importar los colores políticos. Porque esta crisis no debería ser un campo de batalla para rivalidades políticas, sino un momento de unión y acción coordinada.
En conclusión, es necesario que los valencianos exijan una reflexión profunda por parte de sus líderes. Las crisis no deben gestionarse a base de cálculos electorales o disputas partidistas, sino con responsabilidad y humanidad. Este es un momento para que nuestras instituciones den un paso adelante y demuestren que pueden responder a la altura de las necesidades de la ciudadanía. Hoy, los ciudadanos de Valencia se sienten abandonados y decepcionados por sus instituciones, pero, como tantas veces, han encontrado en sus propios vecinos el respaldo y la solidaridad que las administraciones les han negado.