El drama de las inundaciones en Valencia, que han afectado gravemente a varios municipios de la Horta valenciana, nos ha puesto de cara a la importancia de las infraestructuras hidráulicas en la protección de vidas, hogares y tierras. Esta tragedia podría repetirse en otros lugares si no se toman las medidas de protección adecuadas. En este sentido, el caso de la presa de Los Toranes, resulta de gran relevancia para reflexionar sobre el papel que juega en la protección del Valle del Alto Mijares y las implicaciones que podría tener su posible demolición.
La cuenca del Mijares, es una zona rural, rica en biodiversidad y, al mismo tiempo, vulnerable a crecidas y desbordamientos en temporadas de lluvias intensas. Aunque la zona no presenta la densidad poblacional de las áreas urbanas como Valencia, los efectos de una posible inundación en el valle serían devastadores para el Molino de la Hoz ( San Agustín), Olba y sus barrios, que carecen de defensas naturales contra flujos de agua de gran magnitud, hemos podido ver cómo esta última DANA se ha llevado por delante parte del puente del barrio de Los Ramones en Olba.
La presa de Los Toranes actúa como un dique de contención ante crecidas súbitas del río. En caso de una tormenta torrencial o lluvias excepcionales, la presa ayuda a regular el caudal y evita que las aguas bajen descontroladas hacia el valle. Sin ella, la probabilidad de inundaciones graves aumentaría considerablemente, especialmente en un contexto de cambio climático que intensifica las lluvias y hace más frecuentes estos fenómenos extremos. Al ver lo que ocurrió en Valencia, donde la presa de Forata ayudó a frenar 37.000 millones de litros de agua, de no existir, la catástrofe en Valencia pudo ser mayor, salvó vidas, y eso que poblaciones enteras quedaron a merced del agua, cabe preguntarse: ¿estamos preparados para evitar algo similar en el valle del Alto Mijares sin esta presa?
La renaturalización de los ríos y la demolición de infraestructuras pueden tener beneficios ambientales y mejorar la biodiversidad local, pero no se deben tomar estas decisiones a costa de la seguridad de los habitantes y de sus medios de vida. El riesgo de inundaciones en un valle como el del Alto Mijares, sin la protección de una presa, no es una posibilidad remota. Como hemos visto en Valencia, una sola tormenta fuerte puede cambiar la vida de cientos de personas en cuestión de horas, llevándose por delante vidas, casas y negocios.
A medida que el clima se vuelve más inestable, parece contradictorio prescindir de herramientas de contención que ya están construidaso en funcionamiento y que, hasta ahora, han protegido a los pueblos de catástrofes naturales. La presa de Los Toranes es más que un simple embalse: es una infraestructura de protección frente a emergencias climáticas, un seguro que no sólo regula el flujo de agua, sino que también ofrece seguridad a los pueblos río abajo.
En conclusión, la situación en el Valle del Mijares merece una reflexión cuidadosa y prioritaria. La preservación de la seguridad de las personas debe ser el pilar fundamental en cualquier política de gestión del agua. Los hechos recientes en Valencia son un recordatorio de lo que puede suceder cuando no se cuenta con la infraestructura necesaria para controlar las aguas en momentos de emergencia. Derribar la presa de Los Toranes podría significar abrir una puerta a futuras tragedias, una lección que, a la vista de los acontecimientos, no deberíamos ignorar.