José María Bescós Ramón. Abogado del Estado – PAR
. Soñar es gratis y en este sentido podría afirmarse que la legislatura 2016-20 que ahora se inicia, puede quedar vacía o ser enormemente fecunda, según la voluntad política de los partidos constitucionalistas.
Podría ser irrelevante y tener una duración mínima, puesto que el art. 115 de la Constitución autoriza al presidente del Gobierno a disolver el Parlamento, una vez que transcurra un año desde la anterior disolución. Es una posibilidad que podría utilizar Rajoy y supone un freno a una eventual política socialista de bloqueo a los populares, en su actuación de gobierno y parlamentaria. Pero además una duración razonable de la legislatura beneficiaría tanto a la reorganización del PSOE, como al PP de modo que la ciudadanía empezara a olvidar la corrupción y los aspectos negativos de la legislatura anterior.
Pero podría ser una legislatura fecunda, porque la suma de escaños de los partidos constitucionalistas, PP más Ciudadanos (170) además de los 85 del PSOE permiten superar los límites que la Constitución exige, tanto para la reforma parcial, 3/5, como para su revisión en profundidad, donde son necesarios 2/3 del número de diputados (art. 167 y 168), independientemente de los requisitos adicionales de referéndum y disolución del parlamento.
Es una posibilidad ciertamente difícil, pero también ilusionante. Suele compararse la situación actual con la que existía en 1978 al aprobarse la Constitución, pero consideramos que es rotunda e indiscutiblemente mejor. Hay que recordar que en dos años -1976 y 1977- se llegó a desmontar toda la arquitectura institucional franquista de partido único, con la oposición de la cúpula militar y el clero integrista .También que en el año siguiente se aprobó la vigente Constitución con la extrema urgencia que el momento histórico requería, plazos ampliables en la actualidad. Tampoco había un guión como proyecto de ley del Gobierno donde objetivamente se describiera la realidad social y política, frente a lo que sucede hoy, donde existe un informe del Consejo de Estado de 2006, que constituye un sólido punto de partida. Lo que sí hubo entonces y es imprescindible que se mantenga fue la voluntad de entendimiento y acuerdo, por encima de las propuestas de los siete ponentes, gracias a la labor inestimable de Fernando Abril por UCD y Alfonso Guerra por el PSOE, evitando filtraciones y demorando toda publicidad hasta el momento idóneo. No cabe duda además que la adecuación de la actual Constitución a la realidad social y política, por encima de los debates del día a día en el Parlamento, daría un enorme prestigio a los partidos constitucionalistas, ofreciendo a la ciudadanía un futuro razonable, frente a los cantos de sirena de los partidos antisistema, que pretenden romperlo todo, sin ofrecer un proyecto viable.
En definitiva la actual legislatura podría llegar a ser enormemente fructífera, si PP, PSOE y Ciudadanos llegaran a persuadirse de forma rotunda e irrefrenable de la absoluta necesidad de la reforma política, acomodando el texto de 1978 a la realidad española de 40 años después, aun contando con las enormes tensiones y dificultades a vencer.