El diputado autonómico del Partido Aragonés, Alberto Izquierdo, contaba el otro día en la convención que celebramos en Zaragoza, que, en su todavía corta experiencia en las Cortes de Aragón, ha oído hablar mucho de la dictadura de Franco, de la amnistía o del independentismo catalán, pero muy poco sobre Aragón, y yo no pude estar más de acuerdo. Me preocupa sinceramente que la cámara autonómica, donde se está hablando mucho de política estatal y muy poco de la de aquí, vaya camino de convertirse esta legislatura en una sucursal del Congreso de los Diputados
Después de la tensión vivida en los últimos días con unos debates broncos y algunas declaraciones que han provocado la indignación de buena parte de la sociedad, como lo que dijo Alejando Nolasco (Vox) sobre el Islam, todos los aragoneses deberíamos aprovechar esta Semana Santa para reflexionar sosegadamente sobre lo que está ocurriendo. Y ya que estamos en estas fechas, no estaría de más que hiciéramos propósito de enmienda, que es lo más importante, cada uno desde su posición, los políticos en las tribunas y los ciudadanos, en las familias y en las calles.
La intolerancia y la intransigencia hacia las opiniones de los demás, nos conducen por un camino de futuro incierto, aunque se puede intuir que con un final nada bueno para el bien común.
Si queremos esperar de la infancia y juventud aragonesas actitudes de comprensión, de solidaridad y de respeto hacia los demás, no podemos alentarles a que excluyan, marginen u odien.
Desgraciadamente es demasiado pequeño el paso que hay de la bronca, las palabras gruesas, los gestos abruptos y el conflicto dialéctico desmedido, a la radicalización y la violencia.
Aragón tiene por delante, como todas las comunidades, retos de futuro apasionantes y también cosas que deben mejorarse y en eso tenemos que estar centrados y a eso tenemos que dedicar buena parte de nuestros esfuerzos.
Los ciudadanos de Aragón, los que con sus votos nos han puesto a los partidos políticos donde estamos, además de pedirnos cuentas sobre lo que estamos haciendo y lo que vamos a hacer para mejorar su día a día, nos deben exigir altura de miras y responsabilidad política en nuestras acciones y en nuestras afirmaciones.
Por otra parte, sin dejar de ser algunos temas importantes y capitales para el futuro de Aragón, no podemos ni debemos centrar nuestros debates políticos en lo que ocurre en Madrid. Aquí hay que afrontar cuestiones clave en sectores como la sanidad, la educación o la agricultura; o el turismo y el medio ambiente, con el reto del cambio climático o las energías renovables. Y eso solo son algunos ejemplos.
Porque es importante que los ciudadanos vean que sus preocupaciones, son también las nuestras y que aprovechamos la posición que nos han otorgado, para debatir, gestionar y solucionar los problemas, y que a ser posible, lo hagamos desde la moderación y el pacto, valores que tanto marcan nuestra identidad aragonesa.
No podemos permitirnos el encarar la toma de decisiones que afectan a nuestra tierra y a nuestra gente con posturas extremas e irreflexivas, porque solo desde el sosiego y desde el interés superior de Aragón y de los aragoneses, los ciudadanos podrán respetar y confiar en la política y en los políticos.
Ojalá dentro de poco, después de esta Semana Santa si es posible, el diputado autonómico de mi partido, nos pueda contar que el parlamento de Aragón ha recuperado la mesura y el afán por el debate constructivo que debe imperar.
Aquí, en contra de lo que ha ocurrido históricamente en otros territorios, siempre hemos sido capaces de dialogar desde el respeto al que está enfrente. Y ese valor, que está muy dentro del gen aragonés, no debemos perderlo. Cometeríamos un error histórico.