El contexto autonómico, nacional e internacional sufrió un brutal revés con la llegada del «desalmado» coronavirus, que nos impactó por sorpresa dejando a miles de familias huérfanas de alguno de los suyos y la economía de los países afectados pendiente de un hilo.
Durante la tercera semana del estado de alarma embutidos en una realidad que a veces se confundía con la ficción, algunos medios económicos nacionales ocupaban sus portadas con titulares que avisaban de que la incertidumbre en la economía alcanzaba su máximo nivel superando la quiebra de Lehman Brothers. La inseguridad, el temor a la pérdida del control económico y la desconfianza en el futuro marcó esas semanas negras. En el segundo trimestre el mundo político hasta los niveles internacionales, globalizados como estamos, buscaba la manera de controlar la crisis sanitaria, social y económica que había provocado la pandemia por la Covid-19. El estado de emergencia era común en la mayoría de países y se temía por la vida de la gente, por el futuro y la inestabilidad económica generada en todo el mundo. En España el Fondo Monetario Internacional calculó que la deuda pública, podría subir al 113% -un crecimiento de casi el 20%- del PIB este año, y el déficit hasta el 9,5%. Y los expertos hablaban de que la economía en la UE se podía contraer un 8,3% en 2020 y creciendo un 5.8% en 2021.
La presidenta de la Comisión Europea, von der Leyen, afirmaba en el Parlamento europeo que solidaridad significa que «quienes la necesitan reciben más ayuda». Y ese es el concepto que consagra el espíritu de la Unión, que se ha respetado acordando un plan de rescate económico de ayudas a los 27 como respuesta a la emergencia de reconstrucción en este momento extraordinario dando una lección magistral de unidad y capacidad. Un acuerdo histórico. El mayor desembolso económico para frenar la crisis del coronavirus.
España, segundo país más beneficiado por detrás de Italia, recibirá 140.000 de los que 63.000 son préstamos a devolver. Hay que añadir el presupuesto comunitario 2021-2027 dotado con 1.074 billones de euros.
En Aragón estamos actuando con responsabilidad y sentido común poniendo los medios para evitar la propagación masiva, proteger el tejido productivo, recuperar las empresas, mantener el empleo y el turismo con garantías. Para que la gente sufra lo menos posible. La estrategia aragonesa para la recuperación está empezando a dar sus frutos y queremos multiplicar sus efectos sumando los impactos económicos que llegan de europa y la ayuda que solicitamos a Sánchez para nuestros ayuntamientos, para que hagan frente a los gastos extraordinarios por la Covid-19. Estoy convencido también de la necesidad de dejarles libertad para gestionar el superávit. Ellos han demostrado con creces su capacidad y eficacia en otros momentos difíciles. Son los que mejor y más eficazmente gestionaron la crisis anterior, y no iríamos por buen camino si la Administración central del Estado no lo entendiera y se mantuviera en sus trece. Cometería un error garrafal cerrándoles la llave de acceso a sus propios recursos, limitando el derecho a un mayor bienestar social e incumpliendo de algún modo uno de los más propugnados dogmas socialistas.
Tiempos duros para todos que habrá que manejar desde la política y los poderes económicos con alto sentido del interés general. En lo local y en lo global. Lo que no podemos consentir es que algunos empiecen ahora a hacer la guerra por su cuenta. Las recomendaciones de Bélgica y Alemania de no viajar a Aragón debido al aumento de casos por covid, y de Galicia que obliga a registrarse los turistas que lleguen de Aragón, La Rioja, Navarra, País Vasco y Cataluña son de una insolidaridad insultante y nociva.
El éxito o el fracaso para renacer como el ave fénix dependerá en buena medida de la unión, el respeto, la credibilidad y la confianza como factores clave para superar una de las mayores y graves crisis de los últimos tiempos.