Las elecciones autonómicas que celebra Cataluña este domingo merecen atención desde Aragón, como corresponde a una comunidad vecina con la que no sólo compartimos en su integración durante siglos en la Corona de Aragón y la contribución común al proceso de construcción y consolidación de España a lo largo de más de quinientos años, sino muchas cuestiones de importancia para el futuro, además de los lazos que supone la vecindad que propicia intercambios económicos y sociales cotidianos, así como la presencia de decenas de miles de aragoneses residiendo en Cataluña especialmente desde la emigración de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Asuntos como la cuenca hidrográfica del Ebro y el aprovechamiento de sus aguas al que Aragón tiene derecho, nuestra identidad propia en el ámbito de las lenguas y la Cultura, la retención injusta de bienes artísticos y religiosos aragoneses en Lérida y Barcelona, el porvenir del Archivo de la Corona de Aragón que debe ser gestionado por todos los territorios implicados en pie de igualdad, la resolución del polémico decreto de servidumbres del aeropuerto de Lérida, la colaboración en la atención sanitaria en las comarcas limítrofes, importantes infraestructuras del Estado que nos vinculan… reclaman una convivencia social e institucional entre ambas comunidades, independientemente del resultado electoral, a partir del respeto debido a Aragón que en demasiadas ocasiones ha sido obviado, como oportunamente señalaron los jóvenes de nuestro partido en un reciente acto del Rolde Choben.
En cualquier caso, el PAR no puede coincidir con los que pretenden romper con la legalidad y con la lealtad hacia la tarea común que son por un lado España y por otro, España en Europa. En un planeta globalizado y una coyuntura crítica, la separación es una nefasta solución práctica para la sociedad, que hace dudar de la responsabilidad de quienes la promueven en uno o en otro sentido. Por ello, el PAR defiende la estabilidad institucional, los avances en el autogobierno en el marco constitucional en un clima de normalidad, el respeto a los derechos históricos de todos que es viable sin apelar a divisiones ni a privilegios, y la colaboración para afrontar los desafíos que nos proponen el presente y el futuro, en beneficio de los ciudadanos.