Las destructivas riadas de esta semana, especialmente en Ribagorza y Sobrarbe, deben motivar una inmediata reacción de apoyo y compromiso de colaboración para compensar y resolver los daños que han causado. Esta labor urgente y las pérdidas materiales ante la fuerza desatada de la naturaleza no ocultan, sin embargo, otras enseñanzas que los aragoneses podemos extraer como experiencia de este suceso y como punto de vista ante nuestra realidad como Comunidad.
En primer lugar, se ha puesto nuevamente de manifiesto el carácter solidario del pueblo aragonés como rasgo de nuestra forma de ser. Sin dudarlo, los vecinos de las zonas afectadas aportaron cuanto podían para afrontar la emergencia y ayudar a otros. Hay que reconocérselo y compartir esa disposición humana con orgullo.
Junto a ello, se ha demostrado el funcionamiento de los servicios comarcales, especialmente de Protección civil, que contribuyeron decisivamente a evitar mayores desgracias. La esencia de las comarcas como prestadoras de servicios de proximidad a los habitantes del medio rural, día a día y más aún en casos como éste, refuerza su necesidad. Así lo defiende el PAR.
De la misma forma, los pequeños ayuntamientos han confirmado la función social que desempeñan, con un esfuerzo personal mayúsculo y altruista, por vocación y responsabilidad, de los alcaldes y concejales rurales (muchos de ellos del PAR), en las tareas de hacer frente al desastre, durante y después del desbordamiento de los ríos.
La coordinación y cooperación entre instituciones ha funcionado y todos los niveles de la organización administrativa (local, comarcal, provincial, aragonés, estatal) han trabajado codo a codo y complementariamente. Es un hecho cierto.
Se ha revelado así mismo otro factor determinante: la importancia de los embalses como piezas de regulación de esos ríos, no sólo para abastecimiento, regadío o producción hidroeléctrica, sino también para la laminación de avenidas. Los pantanos, pese a ser tan denostados por otros, han evitado una verdadera tragedia en las poblaciones ribereñas aguas abajo y respaldan una política hidráulica que haga compatible el aprovechamiento del agua con la sostenibilidad social y ambiental, según ha demandado el PAR en toda su trayectoria y en la que persevera con tesón.
Podríamos señalar más ámbitos, así como afirmamos que evidentemente existen aspectos que mejorar y reivindicar. Hay que lamentar los daños y reaccionar para repararlos y reconstruir las actividades económicas y la calidad de vida, de iniciativa y de acogida de las gentes de aquellos valles, atendiendo prioritariamente a las personas y familias más perjudicadas. Es lo más urgente y el PAR se compromete a colaborar. Pero, además, podemos indicar esas enseñanzas acerca de virtudes concretas de nuestra realidad que estas riadas han hecho sobresalir y que contrasta con esa visión negativa (también tan aragonesa) de la globalidad de la acción política y pública en nuestra Comunidad. La de todos, en lo malo y también en lo bueno. Aragón.