La voluntad de los partidos, dicen, es que no vayamos a unas terceras elecciones para tener un Gobierno en España, pero que se cumpla depende de varios actores. El éxito esta vez será de tantos como el fracaso que nos llevó a las segundas elecciones, porque si algo hemos aprendido, en este año de la marmota electoral, es que el escenario político en España está fragmentado y así hay que entenderse. No hay otra.
España necesita un gobierno centrado, moderado y sin bandos. El enrocamiento en las posiciones de unos y otros se ha demostrado que no solo es negativo para los partidos, sino para todos los ciudadanos, y la sociedad juzgará a cada uno por lo que ha hecho. Así que de todo esto extraemos que a los partidos políticos les toca potenciar lo que les une frente a los que les separa, que es mucho, para dejar atrás los posicionamientos de unos y de otros y buscar puntos de encuentro beneficiosos para el conjunto del país. Toca comprender, darnos la mano y huir de posicionamientos radicales que llevan más a la confrontación que a la construcción de un futuro estable para todos. Toca, en definitiva, ser más Partido Aragonés, un partido en el que siempre hemos defendido la necesidad de un centro moderado que supone progreso para todos, y que ha sabido llevar a esa posición a unos y otros, estuvieran en el extremo que estuvieran, por el bien de Aragón.
Un partido que ha luchado siempre desde Aragón por una España más justa, un partido en el que siempre hemos defendido la autonomía, que es lo que nos ha dado los mejores proyectos y de más éxito. Lo hemos hecho con afán de gobierno, claro, porque un partido que no aspira a gobernar, que no es más que intentar llevar a cabo el propio programa electoral con el que construir una sociedad mejor, no es un partido político, es otra cosa.
El PAR siempre ha dado ejemplo en Aragón de esta manera de hacer política, de entender la política y de estar en ella como herramienta de servicio al ciudadano. A todos los ciudadanos. Siempre hemos buscado facilitar la gobernabilidad en las instituciones, como ahora deben hacer en Madrid, estableciendo coaliciones en base a programas y medidas concretas, pensando en el bien común de todos los aragoneses.
En los pactos todos ganan y todos tienen pierden, si así lo queremos leer, porque un gobierno de coalición, para ser un gobierno de todos, tiene como punto de partida cesiones de unos y otros ¿Cuáles? Ahí está la clave. Hay cuestiones irrenunciables sobre las que, por ejemplo un partido como el nuestro, aragonesista, de centro y pegado al territorio, no puede hacer concesiones, como es el autogobierno, la descentralización para facilitar la prestación de servicios en el territorio o la lucha contra el trasvase. Esas líneas rojas de cada partido son las que delimitan las negociaciones, y las que acaban decantando los pactos a un lado o a otro del espectro político. Porque cuando toca gobernar y hay que gestionar las discrepancias, no es lo mismo buscar puntos de encuentro sobre la bonificación del impuesto de sucesiones que sobre devolver competencias al Gobierno central o suprimir diputaciones, comarcas o ayuntamientos.
En Madrid les iría bien volver la vista hacia el ejemplo de Aragón, ese en el que los partidos políticos del Gobierno hemos pactado un programa común, en base a lo que nos une, tendiendo la mano y siendo generosos, porque en las coaliciones, apunten, hay que serlo, no hay otra manera.