Desde el 14 de marzo, día en que se anunció el estado de alarma, la crisis sanitaria, social y económica a causa de la pandemia por la Covid -19 ha sido y es desoladora.
El paro acaba de subir en más de 280.000 personas y la vacuna, para la que no se deben escatimar ahora esfuerzos de financiación ni posteriormente de distribución, sigue sin estar disponible.
En mes y medio de crisis se han destruido 950.000 empleos y 3.386.785 personas dependen de un ERTE. El contexto autonómico, nacional e internacional ha sufrido un brutal revés con la llegada del virus.En España el impacto para la economía es demoledor. La caída del PIB será del 9,2% mientras en 2019 creció un 2% interanual, cuatro décimas menos que en 2018. La previsión de la tasa de paro se sitúa en el 19% mientras que en abril ha crecido el 8% hasta los 3.831.203 desempleados.
Esta es la situación. El problema a causa del «enemigo invisible» es enorme. Ha provocado la mayor crisis desde la segunda guerra mundial. Un peliagudo asunto internacional que nos afecta a todos y cada uno de nosotros. A mi, personalmente, de manera directa. Afortunadamente gané. No ha ocurrido lo mismo con otros miles de contagiados que han perdido la batalla contra la enfermedad. Cuando se vive tan cerca que traspasa tu propia piel, los datos estremecen.
La Covid-19 se ha colado en el mundo y el mundo tiene que resolver sin dejar espacio para la derrota. Cada uno de nosotros, cada pueblo, cada ciudad, cada autonomía, cada país, cada continente. Todos tenemos algo que aportar desde una actitud individual y colectiva de responsabilidad.
Es momento de primar el objetivo común de forma unánime, sin excesivo distingo político y con una actitud abierta a las posibilidades aunque lleguen de otros actores políticos, sindicales o empresariales.
La transición hacia la nueva normalidad mundial no es fácil, pero las naciones están obligadas a entenderse porque el objetivo es común y a todos nos incumbe. Hace falta concienciación mundial de generosidad desde todas y cada una de las naciones, responsabilidad política mundial desde la unidad.
En España hemos iniciado recientemente la desescalada y estamos en fase 0 excepto cuatro islas: La Graciosa, Formen terapia, El Hierro y La Gomera. También podría estar Aragón en ese bloque. He de recordarle al Gobierno de Pedro Sánchez que nuestra Comunidad Autónoma tiene una realidad peculiar y muy diferente a la generalidad del territorio español. Tenemos en muchas zonas una baja densidad de población, factor indispensable para contener la propagación del coronavirus. Además, y también por eso, muchos de nuestros municipios se han salvado del contagio y no por cuestión de azar. La mayoría cuenta con todos los requisitos para poder saltar niveles de desescalada. Echo de menos y considero un error que no exista más diálogo con las Comunidades Autónomas. Como el resto, Aragón sigue manteniendo sus competencias.
En el plano económico sería deseable que el Gobierno de la nación favorezca que los 700 millones de euros que tienen retenidos nuestros consistorios, que no pueden utilizar por restricciones de gasto impuestas a raíz de la crisis de 2008, pudieran usarlos para contrarrestar los perniciosos efectos del virus.
Mantener el tejido productivo es y será fundamental para no caer en la profundidad de una instalada y gravísima crisis plurivectorial. En Aragón la economía estaba creciendo a 1,8% hasta la llegada del coronavirus. Todas las medidas puestas y por poner tienen que tener un impacto directo y positivo en pymes, industria y autónomos. Ese es el tejido productivo indispensable para que Aragón siga vivo.
Mi compromiso como consejero de Industria del Gobierno de Aragón es firme, y mi apuesta como presidente del PAR por el futuro sanitario y socioeconómico de Aragón, también.